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Linux

A pesar de lo que mucha gente piensa, Linux no es un sistema operativo en sí mismo. Linux es un núcleo monolítico de software libre pero, únicamente con Linux no podríamos realizar todas las tareas que podemos hacer actualmente con un sistema operativo. Es decir, lo que generalmente es conocido como Linux, es en realidad un conjunto de aplicaciones y librerías que se ejecutan sobre el núcleo Linux. De todas maneras, y debido al uso que se le da al nombre, habitualmente cuando se habla de Linux se hace tanto del núcleo como de todo el sistema y deberemos discriminar su significado en función del contexto.

Si nos ceñimos al significado estricto de Linux, se trata de un núcleo monolítico desarrollado a partir de 1991 por Linus Torvalds. Este finlandés, basándose en un núcleo desarrollado en el ámbito académico llamado Minix, desarrolló una versión primaria que liberó a la comunidad del software libre utilizando la licencia GPL. Gracias a esta licencia, y debido a cómo la comunidad de software libre acogió el núcleo, más y más desarrolladores se fueron incorporando al desarrollo de él, de manera que en cuestión de 3 años se consiguió un núcleo suficientemente estable como para competir con los núcleos privativos tipo UNIX de la época. En este sentido, el núcleo Linux junto al software desarrollado por GNU fue el impulso definitivo para la creación del sistema operativo GNU/Linux que conocemos actualmente y, de hecho, ni GNU ni Linux serían tan utilizados como lo son hoy en día si no fuera gracias a esa simbiosis perfecta de la que hacen gala.

Distribución

Cuando en el mundo del software libre se habla de distribuciones, nos referimos al empaquetado de un conjunto de aplicaciones software que, en un todo y con una debida coordinación entre ellos forma un sistema operativo libre completo.

Grosso modo una distribución no es más que un conjunto de aplicaciones junto al núcleo más un conjunto de librerías que necesitan esas aplicaciones para funcionar correctamente. Evidentemente, cada distribución modifica las aplicaciones en función de la imagen corporativa o el tipo de público al que vaya dirigida la distribución. Estos cambios afectan desde la imagen o la estética hasta modificaciones específicas del núcleo del sistema.

Por tanto, a la hora de elegir una distribución, no es lo mismo utilizar una destinada al uso en el escritorio que otra preparada para servidores. Aunque todo o casi todo el software suele funcionar independientemente del tipo de distribución elegida, es posible que algunas funcionen mejor en una u otra. Por ejemplo, las distribuciones de escritorio sueles estar preparadas para ejecutar múltiples aplicaciones en tiempo real (no confundir con sistemas de tiempo real) para mejorar la experiencia del usuario, en cambio las versiones servidor permiten están modificadas para sacar el máximo partido a los parches de seguridad o exprimir al máximo el hardware para cometidos específicos, como por ejemplo el uso de un gran número de conexiones en red o el acceso a solo cierto tipo de recursos.

 

 
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